Al igual que Tokio en la carrera hacia el 2020, las ciudades sede de los JJ.OO. afrontan un gran desafío técnico y económico para albergar a las delegaciones de deportistas olímpicos y toda la estructura asociada a la competencia. Los beneficios y las ganancias esperadas durante las tres semanas que dura el evento deportivo más importante del mundo no son suficientes para igualar o al menos justificar la inversión inicial.
No obstante, los JJ.OO. han sido históricamente para las ciudades una gran oportunidad de proyectarse al mundo con el objetivo de atraer nuevos negocios y subsidiar grandes desarrollos de infraestructura. Analizamos la evolución del urbanismo olímpico a través de los años y cuál es la estrategia que la organización nipona puso en marcha para la edición en curso.
El legado virtuoso y los “elefantes blancos”
Un caso muy elogiado en el diseño y gestión a largo plazo es el de Barcelona como sede en 1992. El evento impulsó allí una importante renovación urbana que sentó las bases del atractivo turístico que hoy goza la capital catalana. La adaptación del tejido histórico, el desarrollo de las playas, la creación de carreteras de circunvalación y la descentralización de subsedes por la región, crearon las premisas de un futuro sostenible.
En 2012 por ejemplo, Londres invirtió en Stratford con el objetivo de equilibrar la economía de la metrópoli. Se construyó la Villa Olímpica dejando un marco urbano para el desarrollo de un nuevo vecindario. La idea de convertir en viviendas las instalaciones destinadas inicialmente para el alojamiento de atletas y el personal, fue inicialmente implementado en Helsinki 1952, luego replicado en Atlanta 1996 y Sídney 2000.
El conjunto de edificios de gran escala, con funciones específicas y de utilización limitada que son creados para el desarrollo de los Juegos Olímpicos presentan posteriormente altos costos de mantenimiento. Así es como en Beijing se han abandonado en gran medida luego de los eventos del 2008 o como en Atenas donde el plan integral de reconversión de 2004 quedó frenado debido a la crisis posteriores. Para Londres y Río intentando prevenir el problema de estos “elefantes blancos”
Expresión utilizada en arquitectura para describir edificios de exagerada inversión en su construcción y mantenimiento, que por la dificultad de uso presentan alta probabilidad y riesgo de convertirse en una instalación abandonada.
Se plantearon instalaciones más flexibles a través de estructuras temporales fáciles de eliminar, permitiendo reducir así la escala requerida durante los juegos.
En cuanto al plan global para Rio 2016, en donde Brasil aunó fuerzas junto al Mundial FIFA 2014 y hasta terminó hoy convirtiéndose en sede de la Copa América CONMEBOL 2021, muchos proyectos urbanos quedaron inconclusos. El elevado costo económico junto con el impacto social, político y ambiental que tuvo el haberse convertido en ciudad huésped, ha estado también en la mira internacional (“Rio 2016: Mitos olímpicos y duras realidades” de Andrew Zimbalist)
Urbanismo olímpico en Tokio 2020/21
La arquitectura de los Juegos Olímpicos que finalmente tienen lugar este año en Japón, se ha diseñado a partir de instalaciones existentes. Gran parte de la infraestructura deportiva que ha sido readecuada y hoy se utiliza proviene de los JJ.OO. de 1964, del Mundial FIFA 2002, más otros estadios y pabellones destinados a la práctica de deportes nacionales como el sumo o el karate.
El conjunto de los equipamientos históricos conforman la “Zona Patrimonial” ubicada en el centro de negocios de la capital japonesa. Por otro lado, en la “Zona de la Bahía de Tokio” y sobre las islas artificiales de Odaiba se emplaza todo lo nuevo, aquella construido específicamente para la competencia mundial. Esta importante zona de ocio que se ha ganado al mar hace casi cien años, originalmente estaba compuesta por seis fortalezas isleñas que tenían como destino en 1853 dar protección y seguridad a la ciudad. Cuenta con acceso público desde 1928 y hoy puede visitarse a través del puente colgante “del Arco Iris”. Allí mismo, luego de las olimpiadas, se albergarán múltiples actividades deportivas y recreativas para la comunidad local.
Estas dos áreas centrales han sido denominadas como la zona de “Emoción infinita”. El mapa de los Juegos se completa con otras dos zonas más en las afueras de Tokio, donde tendrán lugar las competencias de ciclismo, baloncesto, rugby, golf y fútbol. La Villa Olímpica está ubicada en la intersección de los dos anillos que ambas zonas principales delimitan.
El nuevo Estadio Olímpico Nacional
Para rescatar la tradición de la construcción japonesa, el arquitecto Kengo Kuma, diseñó un nuevo estadio para 68.000 espectadores con una estructura ligera de madera. El autor mencionó que inspirado en las pagodas y en antiguos templos sintoístas, consideró para el proyecto a la madera como material principal por su sencillo mantenimiento y comportamiento duradero. Además de la apuesta ecológica de incorporar fuentes de energías limpias y el aprovechamiento del viento para refrigeración, Kuma desea que el público internacional sienta la calidez de la madera y puede apreciar la “belleza y la calma” de las sombras que hoy proyecta el estadio en el mismo entorno arbolado donde estuviera ubicado, hasta su demolición en 2015, el anterior estadio olímpico diseñado por Kenzo Tange en 1964.
La polémica internacional detrás de este ícono de Tokio 2020 lo protagonizó la reconocida arquitectura aglo-iraní Zaha Hadid, quien había realizado el diseño originalmente elegido como sede. Sin embargo al ser muy criticado por la opinión pública debido a su elevado coste – el doble del presupuesto disponible, desproporcionada magnitud y poco adaptado al entorno – el Consejo de Deportes de Japón optó por un segundo proyecto más “chato” y accesible, técnica y económicamente hablando.
Variedad de ejemplos cuentan la historia de los Juegos Olímpicos y dan muestra de casos exitosos o apuestas perdidas. Esto último viene desalentando el interés de las administraciones públicas en postular a sus ciudades como sede de las competencias. Es evidente que no resulta fácil asumir ese compromiso y eso se viene manifestando en las candidaturas a las últimas ediciones.
El escenario actual representa un nuevo gran desafío para el Comité Olímpico Internacional y para las ciudades anfitrionas, que deberán trabajar para hacerlos cada vez más atractivos pero también más flexibles y sostenibles en el tiempo.
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